Deshidratar consiste a sacar el agua presente en un producto bajo una serie de condiciones controladas como temperatura, humedad, velocidad y circulación del aire. Deshidratar a baja temperatura permite a conservar todas las vitaminas y minerales, nutrientes y enzimas que su equivalente fresco, y con sabores muy concentrados. Además, con el proceso de deshidratación la alcalinidad de los alimentos frescos se conserva. El desecado provoca que el alimento se reduzca en tamaño debido a que ha perdido gran parte de su volumen (agua), y como resultado se obtiene un alimento de consistencia más liviana y pequeña de un buen sabor y olor el cual es muy resistente y de fácil transportación, con un riesgo mínimo de descomposición o crecimiento microbiano. Al eliminar la humedad del producto, esto se conserva durante meses, en perfecto estado para ser consumido tanto seco como tras rehidratarlo.
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